miércoles, 12 de diciembre de 2007

Despega el 'G-8 de la cultura'

El centro Niemeyer de Avilés será eje de una insólita alianza cultural mundial que incluye, entre otros, al Barbican, el Pompidou o la Ópera de Sidney

BORJA HERMOSO //EP. Avanza la pesada pero inexorable serpiente del tiempo y crecen las interrogantes trascendentales, o sea: ¿de dónde venimos?, ¿hacia dónde vamos?, pero también ¿cómo llegar a fin de mes? y ¿qué diantres hacer para combatir la temible alienación del tiempo libre, ese cíclope de cuyo advenimiento ya nos avisó Castilla del Pino hace tantos años? Y, en efecto, es de tal calibre la metamorfosis en los hábitos de consumo cultural en el aún jovenzuelo siglo XXI, que los llamados a gestionar el ocio y los bienes del espíritu buscan nuevas vías de acción. El despegue, la próxima semana en Avilés, de lo que ya se ha denominado como el G-8 de la cultura, es la última prueba de todo ello.

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El Centro Niemeyer de Avilés, un regalo del arquitecto, se inaugurará en 2010

En el viejo territorio grisáceo donde en los años cincuenta desplegó su parafernalia de acero y humo la Empresa Nacional Siderúrgica Sociedad Anónima (Ensidesa), nace hoy el germen de una insólita alianza internacional.

La fastuosa concepción del Centro Niemeyer, cuya construcción arrancará a principios del año próximo junto a la ría de Avilés y será inaugurado oficialmente en el arranque de 2010, marca un antes y un después en la coordinación planetaria de políticas culturales.

Nace una constelación de auténticos galácticos de la acción cultural en la que se alinearán, junto al Niemeyer asturiano, el Centro Pompidou de París, el Barbican Center de Londres, el Lincoln Center de Nueva York, la Ópera de Sidney, la Biblioteca de Alejandría, el Foro Internacional de Tokio y el Centro Cultural de Hong Kong. El objetivo: establecer sinergias y programar de manera coordinada todo tipo de productos culturales, desde ciclos de cine hasta exposiciones de arte pasando por producciones musicales y ciclos de conferencias y mesas redondas.

El próximo día 14, en el teatro Palacio Valdés, los responsables de los centros culturales multidisciplinares más grandes y activos del mundo se reunirán con dos temas en el orden del día: dar carta de naturaleza al Centro Niemeyer y, sobre todo, empezar a diseñar una nueva estrategia de marketing cultural. Nunca antes se había puesto en marcha una experiencia internacional de este calado a la hora de aunar esfuerzos en la conquista de nuevos espacios y públicos para la cultura.

Nan Keeton, vicepresidenta del Lincoln Center; Graham Sheffield, director artístico del Barbican; Rachel Healy, directora artística de la Ópera de Sidney; Marianne Alphant, miembro de la dirección general del Pompidou; Etsuko Sako, responsable de relaciones internacionales del Foro de Tokio; Linus Fung, directora general del Centro Cultural de Hong Kong, y Sheriff Mohei, director artístico de la Biblioteca de Alejandría, acudirán a Avilés respondiendo a la llamada de la Fundación Niemeyer, cuyo director, Natalio Grueso, califica esta cita de "histórica, no sólo por su contenido, sino por la importancia de las personalidades que acuden a ella".

Estos auténticos popes de la acción cultural se reunirán en Avilés con el ministro de Cultura español, César Antonio Molina, y con el presidente del Principado de Asturias, Vicente Álvarez Areces. Amenizados por los villancicos flamencos de Enrique Morente, que les dedicará una velada exclusiva como colofón del encuentro, los gestores de la cultura mundial deberán plantearse interrogantes de complicadísima respuesta, por ejemplo: ¿mediante qué nuevas y revolucionarias fórmulas puede atraerse hoy día a una biblioteca, a un cine, a un teatro o a una sala de conferencias a un adolescente de 15 años? ¿Congresos de hip-hop? ¿Conciertos de rap? ¿Exhibiciones de videojuegos? ¿Concursos de graffiti? "Está claro que ése es uno de los grandes retos, porque captar al público adolescente es una tarea muy complicada", reconoce Natalio Grueso.

Pero nada de esta moderna reflexión sociológico-cultural sería posible sin el nacimiento en Avilés del Centro Niemeyer. El único proyecto español del brasileño Oscar Niemeyer -uno de los grandes monstruos vivos de la arquitectura moderna, y que el próximo día 15 cumplirá 100 años- quiere marcar el paso en una nueva concepción de la gestión cultural.

Todo arrancó en 2005 cuando, con motivo del XXV aniversario de los Premios Príncipe de Asturias, los responsables de su fundación pidieron a Niemeyer y al resto de los galardonados una colaboración especial. "Le pedimos que pronunciara una conferencia, o que participara en un encuentro... ¡y él nos regaló un proyecto de edificio!", recuerda Natalio Grueso. Dicho y hecho: el Principado de Asturias entró a saco en el proyecto (que financiará por completo, junto a la búsqueda de patrocinios privados) del Centro Niemeyer. La meta es convertirlo en un nuevo polo de atracción turística: un efecto Niemeyer capaz de rivalizar con el efecto Guggenheim.

Frente al casco urbano de Avilés, y como eje de un ambicioso proceso de regeneración urbanística, el conjunto de rampas, torres y cúpulas blancas diseñado por el tipo que en los años cincuenta se sacó de la chistera la revolucionaria ciudad de Brasilia se extenderá sobre una superficie de 50.000 metros cuadrados.

El microcosmos Niemeyer de Avilés albergará un auditorio con capacidad para 1.000 espectadores, una espectacular torre-mirador sobre la ría y la ciudad (con restaurante incluido), un espacio multiusos con cines, salas de ensayo y salones de conferencias, una plaza que ejercerá de foro abierto donde se programarán actividades culturales de forma continua y una inmensa galería de 4.000 metros cuadrados y 20 metros de altura: junto con la Tate Modern de Londres, éste será el mayor espacio de Europa destinado a la exhibición de arte contemporáneo.

Los responsables de la Fundación Niemeyer apuntan alto y sin complejos: las personalidades que formarán parte de su consejo asesor llevan nombres como Woody Allen, Stephen Hawking, Vinton Cerf (vicepresidente de Google) o Paulo Coelho. Todo un G-4...

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